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BLOQUE IILa Granja de San Xoán de Outeiro
Para explotar los dominios alejados de sus abadías los cistercienses promovieron la reagrupación de las tierras alrededor de las llamadas «granjas». Éstas aparecen en las primeras décadas de existencia de la Orden, cuando se establece que cada abadía podía organizarlas, siempre exclusivamente para su uso propio, y administradas por conversos. Las granjas no debían estar a más de una jornada de marcha del monasterio, entre 5 y 25 km., estableciéndose en 1152 que entre dos granjas debe haber al menos dos leguas. Estas directrices fueron pronto transgredidas, pues la afluencia de donaciones en lugares alejados del monasterio y adecuadas para la explotación de un producto determinado —vino, por ejemplo— hizo que muchas abadías implantasen granjas a más de una jornada de distancia.
Las granjas eran explotaciones coherentes, de superficie variada, algunas especializadas, como notoriamente lo son claramente las dedicadas al vino. Las más completas constaban de un gran edificio, núcleo de la explotación, con cuadras, almacenes, lugar de habitación y hasta capilla, aunque en 1180 el Capítulo General prohibió que en ellas se celebrasen oficios para, en 1204, ordenar su destrucción con el fin de que no se confundiesen con monasterios. En ellas residían varios conversos, uno de los cuales era el responsable, denominado magister grangiae —maestro de la granja, o granjero—. Aunque las tareas recaían, básicamente, en estos conversos, se podía recurrir a mano de obra jornalera en las épocas de mayor trabajo, como la cosecha o la vendimia.
Procedentes del Claraval, regido por san Bernardo, los monjes de Santa María de Melón organizaron pronto las granjas que consideraron convenientes para explotar su dominio. En 1169 eran ya nueve, según establece la confirmación pontificia de sus bienes: San Xoán de Outeiro, Barcia, Parada Vaqueira, Reza, Meréns, Monterrei, Barcia de Mera, Cans y Condominas.
Es bastante probable que la relación de las granjas que cita el documento pontificio siga un orden cronológico que se vincula a la evidente distancia geográfica respecto a la abadía: las tres primeras son las más próximas a ella, y su progresivo alejamiento se manifiesta claramente en su proyección hacia el Oeste: Meréns, en el alto valle del Deva, Barcia de Mera, en el del Tea, Cans, en el del Louro, y Condominas, en la ría de Vigo. -
Así pues, San Xoán de Outeiro, Barcia y Parada Vaqueira serían, y por este orden, las primeras granjas organizadas por don Giraldo y sus monjes claravalenses. Su organización tiene que haber sido contemporánea a la del propio monasterio, como lo muestran las fechas de forma indudable: fundado entre 1150 y 1154, año en que Melón está funcionando, si Monterrei y Cans se integran en su dominio en 1155 y 1156 es evidente que las cinco primeras granjas citadas en la confirmación pontificia nacen al tiempo que la abadía o inmediatamente después.
Por tanto, la granja de San Xoán de Outeiro es probablemente la primera organizada por los monjes blancos de Claraval que llegaron a las estribaciones del Faro de Avión a mediados del siglo XII. En realidad, su creación sería contemporánea a la de sus hermanas de Parada Vaqueira y Barcia y a la del mismo monasterio, nacidas las tres siguiendo las pautas marcadas por la Orden, a menos de un día de marcha de la abadía. De ellas, San Xoán destaca por su propio nombre, cabiendo deducir que, aparte de los edificios dedicados al albergue de los conversos y almacenes, la granja contaba con capilla propia.
No cabe duda de cuál fue el interés de los monjes borgoñones al organizar Outeiro: la producción de vino. Situada en una loma —el outeiro que le da nombre— sobre el Brull y bajo el monte de A Bandeiriña, el lugar debía estar ya en parte plantado de viña cuando el monasterio lo recibió, probablemente al tiempo en que se le cedió el propio lugar de Melón. Aún antes de la fundación de Ribadavia —que recibe fuero en 1164— la vega de Francelos, las riberas del Brull y del Cerves así como las tierras al otro lado del Miño, en Arnoia, estaban ya pobladas de viña, cuyo cultivo crecerá progresivamente durante los siglos XII y XIII al tiempo que lo hace la sociedad europea en general y la gallega en particular, de lo que son buena muestra tanto la fundación de Melón como la del Burgo de Avia —Ribadavia—. Además del vino, en la granja de Outeiro se recibía también madera, pues en la parte alta, hacia Melón, los montes debían dedicarse a castaños, probablemente también para colmenas y, tal vez, para cerdos. A principios del XVI se afora un molino sobre el Brull a la vera de la granja de Outeiro, que debía formar parte de ella, con lo que también es de suponer que también le llegaría grano, de trigo y centeno.
La proximidad al monasterio, que permite una relación directa y estrecha con el abad, el cillerero y la comunidad de monjes en general, hace que la granja de Outeiro, como sus hermanas de Barcia y Parada Vaqueira, esté muy mal documentada. Apenas conocemos a dos de sus granjeros, ambos del siglo XIII: Fernando Pérez, graniarius de Outerio en 1214, y el frater Iohannes de Outario en 1260. En 1244, en un pleito sobre los diezmos en los alrededores de Ribadavia entre los monasterios de Oseira y Melón se recuerdan las «heredades que están más allá del río Brull que los hermanos de Melón trabajan con sus propias manos», haciendo sin duda referencia a los que habitaban en San Xoán. -
A diferencia de otras granjas más alejadas, cuyos maestros hacen foros de tierras próximas, los de Outeiro no lo harían puesto que cualquier tipo de contrato fue firmado por el propio abad de Melón. La falta de documentación demuestra indirectamente que la granja de San Xoán se mantuvo directamente explotada por los monjes durante todo el período medieval pues, a diferencia de otras, no será aforada, ni en su conjunto ni parcialmente, ni siquiera tras la crisis del siglo XIV.
Aún así, no todas las tierras próximas y dependientes de San Xoán de Outeiro fueron explotadas por los conversos cistercienses. Consta que algunas parcelas fueron cedidas a terceros, todas ellas destinadas a la producción de vino. Así, en 1210, el monasterio cedía a Pedro Arias, portero del rey, la heredad de Fontao de Mendo, in nostra grangia de Outeiro, a la vera del Miño, para que la pusiese de viña en cuatro años, pasados los cuales entregará al monasterio la cuarta parte del vino producido. En 1242 se aforaba a dos matrimonios la heredad de la fuente de A Ibia, al otro lado del Brull, para que fuese plantada de viña y frutales en cinco años por una renta anual de la tercera parte del vino, y al año siguiente Melón entregaba unas viñas «sobre la granja de San Xoán de Outeiro».
Este último foro demuestra cómo, a mediados del siglo XIII, la viña ocupaba una extensión mucho mayor que en la actualidad. La granja de Outeiro sería el centro principal de producción del vino melonense en una de las zonas más adecuadas para la elaboración de vino, como lo son la vega de Francelos y las riberas del Brull. Desde allí se reexpediría el vino a la bodega de Santa María para el consumo de los monjes de coro y resto de comunidad de Melón. Con una producción presumiblemente excedentaria, el resto sería vendido en el mercado urbano de Ribadavia o reexpedido hacia Santiago de Compostela o los puertos atlánticos, como Vigo o Redondela, para destinos más lejanos —Flandes, Bretaña o Inglaterra— cuya demanda de vinos gallegos va a crecer tras la crisis de mediados del siglo XIV.
La calidad del vino del Ribeiro de Avia, contrastada por su precio en la Compostela de principios del XII o por las exigencias del pago de foros en esta misma ciudad o en la Pontevedra del XV, haría que Santa María de Melón mantuviese en funcionamiento su granja de Outeiro a lo largo de todo el Medievo. De esa manera se aseguraba unos caldos que, probablemente, en función de los saberes y la buena gestión cisterciense, serían de una calidad superior en una comarca que, ya de por sí, fue marca de garantía no sólo durante el Medievo sino también durante la Edad Moderna, prolongando su fama hasta nuestros días.