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Nuestro Viñedo
Nuestro Viñedo

VINO RIBEIRO DENOMINACIÓN DE ORIGEN

La uva, el vino, la bodega

vinos

Andando el camino

Así se encuentra nuestro viaje en el mundo del vino, haciendo camino al andar. A continuación contamos en detalle los procesos que hemos seguido en los últimos años para poder llegar hasta aquí.

Somos jóvenes en esta disciplina, pero nos esforzamos y aprendemos de los que llevan toda la vida en este maravilloso (y difícil en el Ribeiro) mundo y así poder ofrecer a nuestros visitantes vinos de alta calidad elaborados con uvas autóctonas, cultivadas con técnicas respetuosas con la naturaleza y en lo posible investigando las levaduras y características propias del “terroir” de Granxa de Outeiro.

Mientras tanto, puedes visitarnos o llamarnos y te mostraremos nuestros avances con todo el cariño y la ilusión para conseguir un vino joven, Francelus, en homenaje al pueblo que nos acoge, y un vino de guarda, Granxa D´Outeiro, que esperamos sean excelentes.

LA UVA
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El viñedo y el vino

A continuación describimos como gestionamos el viñedo mediante una agricultura respetuosa con la naturaleza, para obtener los mejores frutos de las vides que tenemos en la plantación, y hacer con esa materia prima fundamental, el mejor vino que podamos. Queremos poner en valor el trabajo diario y a conciencia de la gente entregada a este proyecto. La ubicación e historia de la finca, los suelos, la composición de la plantación por alturas y variedades, el manejo día a día, etc. son simplemente únicos y es la ventaja competitiva que nos importa mucho compartir y comunicar.

 

La orografía, orientación y los suelos


La extensión de la plantación del viñedo es de 2,8 Has que se distribuyen en altura desde los 130 a los 200 metros sobre el nivel del mar. La orientación de las filas plantadas en espaldera es sur-norte casi perfecta, recibiendo la luz solar desde los primeros rayos del amanecer, hasta los últimos de la tarde. Al estar sobre una colina con esta orientación y despejada de árboles, la luminosidad y exposición al sol es máxima. 


Los suelos son de “sábrego”, que es granito meteorizado, que en las primeras profundidades tienen consistencia arenosa y a medida que las raíces avanzan hacia el subsuelo encuentran la roca granítica de base sobre la que se asienta. Suelos por tanto “pobres” en materia orgánica, muy minerales y bien drenados, donde la planta “sufre” para buscarse la vida y donde está expuesta a unas condiciones climatológicas que no son fáciles por la humedad y niebla existente durante las mañanas de muchos meses, y por los rigores de un calor extremo en los meses del verano.  En las viñas viejas, que tienen aproximadamente 30 años y una extensión de una hectárea, el tiempo ya ha ido formado un suelo, con sustrato y riqueza orgánica, la tierra “es negra”, las cubiertas vegetales están hechas y rezuman vida saludable, al tiempo que las cepas ya han encontrado con su raíz principal el alimento y bienestar en profundidades del terreno. La cepas jóvenes, plantadas en su mayoría en 2016, que ocupan 1,8 Has están plantadas en suelos en proceso de formación, a los que aportamos semillas leguminosas y minerales para crear una cubierta vegetal estable, aporte de riqueza orgánica, que constituyen los nutrientes necesarios para el terreno. Una labor muy costosa pero necesaria.


Lo más característico de la plantación es la disposición en bancales, en “socalcos”, como les llamamos en Galicia. Tenemos 27. El más extenso tiene 8000m2. El más pequeño 30m2. Sí, de enorme disparidad superficial. Y en estos; 2,0 Hectáreas se pueden trabajar con cierta mecanización (tractor de pequeño ancho) pues el marco de plantación es de 2x1, y el resto 0,8 Hectáreas hay que trabajarlas de forma artesana, manual, pues el marco de plantación es de 1x1.
La última característica digna de mención del terreno de la parcela es la presencia de agua. Tanto a nivel superficial como freático. Menos mal que la tenemos canalizada y que el “sábrego” filtra sin problemas pues de lo contrario sería misión imposible. No en vano los monjes del Císter, por algo eligieron estos terruños hace más de 850 años: creemos que, por su orientación, desnivel y luminosidad, adecuados para una excelente maduración de la uva.

 

Los conceptos básicos que nos caracterizan


El primer concepto o decisión que tomamos fue con relación al tipo de uva. El vino blanco ha sido en los últimos 50-70 años la seña de identidad del Ribeiro pero cuando nos remontamos a principios de siglo pasado o anteriormente hasta la edad Media, el tinto era muy prestigiado. Nosotros nos decantamos por hacer un vino blanco de alta calidad. 


Ahora bien, ¿qué variedades y en qué proporción? Teníamos claro que tenían que ser todas variedades autóctonas por respeto al saber hacer de la comarca. Las proporciones deberían apuntar a construir a largo plazo un viñedo “equilibrado”, conjuntando todas las variedades como luego explicaremos. Y para eso hay que partir de lo que teníamos cuando se adquirió la propiedad; un viñedo de una hectárea en muy mal estado pero con treinta años de antigüedad, más lo que necesitábamos plantar para lo que queremos ser. Con lo que se ha plantado nuevo y lo que existía, hoy ya estamos en condiciones óptimas de edad para la uva en el viñedo joven y un viñedo “maduro” que tiene más de 35 años, excelente edad para dar uvas de muy alta calidad. Nuestra plantación tiene aproximadamente 11.000 cepas en total. 


Prima la calidad a la cantidad. Apuntamos a que cada una de nuestras cepas dé, en condiciones normales, 1,5 kg o menos de uva de alta calidad. Puede y da mucho más, pero no queremos que dé fruto a costa de la calidad del mismo. Eso supondrá podas en verde, “descargas” y selección de racimos para contar con la mejor fruta y levaduras que harán de nuestro vino un caldo singular.


El tratamiento de la viña se hará con técnicas que no afecten al sistema interno de la cepa, a menos no haya más remedio para evitar un daño irreparable. Creemos que, como ser vivo, tiene que desarrollar sus mecanismos de defensa contra enfermedades. Por nuestro lado apoyaremos con tratamientos naturales, sin afectar al sistema “sanguíneo y nervioso” de la viña. Para ello seguiremos ciclos lunares y lo que técnicas ancestralmente utilizadas han demostrado que funciona, junto con el conocimiento de personas de alta cualificación en “la universidad de la viña”. Si esto se denomina “ecológico”, “eco-bio”, “sostenible”, no sabemos, pero tenemos claro que queremos ser lo más respetuosos que sea posible con la tierra y la plantas.

Combinaremos esquemas de trabajo mecanizado (con tractor o cavadora) con otras artesanales o manuales (con azada y desbrozadora), sabiendo que la primera tiene mayor productividad por trabajador y que la segunda es más costosa pero es más auténtica de cómo se hacían las cosas antaño. Contaremos con gente de reconocida experiencia y que comparta la filosofía del proyecto para que nos apoye, tanto en el tratamiento del viñedo como en la vinificación.


Por último, queremos producir un vino blanco de alta calidad, que refleje la idiosincrasia de la Granxa, elegante y apreciado por su singularidad y gusto. Para ello, investigaremos e identificaremos las levaduras propias de nuestro viñedo, haciendo microvinificaciones por variedad, con el objetivo de conocer en puridad los elementos básicos sobre los que construir el “coupage”, el “blend”, que con el saber hacer de enólogos y expertos nos llevará a concretar nuestro vino.  A nuestro vino joven lo llamaremos FRANCELUS, como homenaje al pueblo que nos acoge. Este mismo, envejecido en barrica, será un vino de guarda y lo llamaremos Granxa D´Outeiro, nuestro vino enseña o premium. También, a futuro elaboraremos un espumoso blanco, que llamaremos “RIOBRULL”, porque nos gusta familiarmente, y en reconocimiento al río Outeiro o Brull, que nos da nombre. Lo haremos en una bodega propia que cuente con los medios técnicos para el propósito descrito. 


En fin, queremos elaborar un vino que ponga en valor la parcela, su historia y etnografía, que es muy rica y, sobre todo, única y singular. Queremos hacer en el vino algo coherente con el resto del proyecto, recuperar con los mejores de la comarca “el exterior”, las construcciones históricas (muros, construcciones, socalcos…) aportando funcionalidad y técnicas modernas “en el interior”. Para ello, creemos que el vino se hace fundamentalmente en la viña, llegando a disponer de uvas excelentes por sus propiedades y levaduras. Con esta calidad de materia prima, queremos un proceso de vinificación que extraiga con las técnicas que podamos acometer económicamente un caldo que se identifique con la propiedad y con la experiencia que puede vivirse cuando se visita. 

Nuestro equipo bien sabe la situación de cada cepa y las cuida para que pueda darnos lo mejor de sí. Suena utópico, pero es posible dada nuestra dimensión. Esto requiere dedicación, horas, observar, ser riguroso, paciente y cuidadoso.

 

Las variedades de la plantación, su disposición y cuidado


Hay siete variedades de uva blanca autóctonas en el Ribeiro, a saber: Treixadura, Albariño, Torrontés, Lado, Loureira, Godello y Caíño blanco. Pues la decisión fue, plantemos todas. ¿En qué proporción? Para esto, contábamos cuando arrancamos con unas dos mil cepas de Treixadura de alrededor de treinta años. El resto, era “página en blanco”. Hablando con los que creemos que saben, decidimos plantar Treixadura como “columna vertebral”, para dar “estructura” a nuestro futuro vino. Así, la Treixadura supondrá el 60% aprox. de las cepas del viñedo. El Albariño, Lado y Caiño Blanco son los “alfiles” que esperemos le den acidez, aromaticidad y frescor. La plantación cuenta con un 30% de cepas de esas variedades. Godello y Loureira, suponen un 5% cada uno de la plantación y aportarán expresión floral, a cítricos y hierbas frescas. ¿Es esta la proporción “aurea” para nuestro viñedo? No lo sabemos. Es la nuestra, aplicando cierto sentido común y en nuestro viñedo, singular y única.


En los socalcos más altos hemos dispuesto variedades troncales como la Treixadura, el Lado y el Albariño, estos últimos trabajados de forma artesanal y muy bien aireados. Toda la plantación en espaldera.


Los cabeceros de los postes son de piedra, excepto en la plantación de viñas viejas donde todos los postes son de madera de buen diámetro. Nos gusta la piedra y luego la madera, por tanto, en la medida que podamos iremos avanzando en esta dirección. La robustez, presencia y algún intangible que le transmite a la uva, hace de los postes de piedra una seña de identidad de nuestras comarcas vinícolas en Galicia.


El alambrado, con tres o cuatro filas dobles de cable de acero hace más cómodo el crecimiento para la planta y también su tratamiento en el enramado.


El laboreo de la tierra y mantener vida saludable es clave en nuestro esquema de tratamiento. Se hacen “repasas” anuales despejando las raíces y plantas invasoras alrededor de los pies de cepa, con mayor intensidad en aquellas que son jóvenes. Trabajamos con cubiertas vegetales para que los seres vivos del ecosistema próximo convivan con la plantación y se ayuden mutuamente tanto a progresar como a luchar contra las enfermedades típicas de la vid. Utilizamos productos ecológicos para ayudar a la planta (abonos foliares e infusiones de distintas plantas como la Salvia, Consuelda, Ortiga, Diente de León, Valeriana, Ortiga, etc) y evitamos el uso de productos fitosanitarios sintéticos.


Las labores de poda, sujeción de las varas, enramado, tratamiento fitosanitario, descarga, deshojado en su caso, vendimia, trasiego, elaboración en bodega , etc. las hacemos con un equipo propio del que nos sentimos muy orgullosos. Esto es fundamental, pues aquí la ilusión y la consistencia en el trabajo son imprescindibles y no es fácil de obtener y menos de mantener. Hoy contamos con un equipo “de primera”, pero esto siempre requiere estar “en forma” para asegurar el mejor equipo en coherencia con los principios rectores del proyecto. Desde aquí nuestro agradecimiento a los que de un modo u otro, con mayor o menor pericia, han ayudado a lo que hoy es nuestro viñedo, que son muchas gentes de la comarca, y de modo especial a los que hoy lo hacen posible. Gracias a nuestros maestros de la viña; a nuestro enólogo; a los proveedores por su apoyo puntual, y sobre todo a Rafa; nuestro encargado general.

 

La elaboración del vino


Aquí nuestra premisa de partida es aprender experimentando, recabando datos e interpretándolos con la ayuda de técnicos altamente cualificados. Creemos que el vino se hace en la viña, es decir, la uva es la clave fundamental, pero también se requiere de ciencia para elaborar a partir de esa materia prima de alta calidad.

Desde 2016 hemos hecho lo siguiente. Primero aprendimos elaborando un vino con uvas no propias que envejecimos en barricas de acacia sobre lías. Luego ya con nuestras propias uvas de las viñas jóvenes, elaboramos en 2019/20/21 vinos cada año, monovarietales y una mezcla en depósitos de acero inoxidable. En esas experiencias valoramos la fuerza y expresión de las distintas elaboraciones. En 2022, dimos un paso muy importante. Con nuestras propias uvas y con un acuerdo de colaboración con la Estación de Viticultura y Enología de Galicia, desarrollamos un proyecto de investigación para identificar y aislar las levaduras propias de nuestro viñedo, al tiempo que microvinificamos por variedad y socalco de la propiedad. Esto dio lugar a una fermentación alcohólica en 16 depósitos de acero inoxidable distintos. Sobre esta base, nuestro enólogo hizo el coupage para generar nuestro primer vino “FRANCELUS” que ya está en el mercado, al tiempo que experimentamos el comportamiento del vino envejeciéndolo en barricas de roble de distinto tamaño. De esta experiencia en 2024, surgió nuestro vino de guarda “Granxa D´Outeiro” que estará en el mercado a partir de 2025. Veremos cual será la producción que cuenta con el nivel de calidad deseado, pero estimamos será limitada a aprox. ocho mil botellas de Francelus y algo más de mil de Granxa D´Outeiro, obviamente dependiendo de la cosecha de uvas cada temporada. La información recopilada tanto de los parámetros de cada vinificación como de la investigación de las levaduras y envejecimiento en barricas nos servirá para seguir mejorando y retroalimentando nuestros procesos en cada campaña.

 
Como la idea es elaborar un vino de guarda que evoluciona también en botella, se estudiará también su progresión en el tiempo y se gestionará su venta cuando esté “en su punto” y sabiendo que el tiempo juega a favor.

 

Los costes

Nos gustan los números. Otra cosa es que nos gusten los que salen de esta aventura. La lógica del viñedo es que tras ocho años de inversión, en algún momento próximo cubra sus costes de mantenimiento. Es decir un retorno sobre la inversión nulo, pero al menos que no sea negativo (como lo ha sido hasta 2023). No se pretende que sea un negocio, ni que el inversor viva de ello, pero sí que sea sostenible; es decir, que cubra sus costes. Dada la reducida escala, la dedicación de personal cualificado, el uso de productos e infusiones naturales y los consumibles y reparaciones de maquinaria. Esto no incluye ni amortización de maquinaria ni inmovilizado de la plantación. Por ejemplo, para una cosecha de 8.000 kg de uva de alta calidad que obtuvimos en 2021, supone 7,5 €/kg (Sí! Solo la uva costaría eso, que equivale a 10€ por botella!). En velocidad de crucero, si todo va bien, una cosecha anual deberíamos obtener de 12.000 kg en la parcela para seguir teniendo una materia prima de alta calidad (4.000 kg por hectárea, lo que indica que prima la calidad a la cantidad). En resumen, un muy alto coste de producción (pues a esto hay que sumar además el coste de la vinificación, el packaging, el marketing,… y la amortización de maquinaria e inmovilizado de explotación,… sin incluir la amortización de la inversión en inmuebles). Un coste alto que tendrá un precio de venta acorde, y con alto riesgo, pues hay que producir un vino excelente y venderlo esperando cubrir costes y por tanto con un retorno nulo sobre la inversión. Por tanto, no hacemos esto por “negocio”, porque ciertamente no lo es. Estos son los retos que nos gustan, pues para nosotros “el viaje es la recompensa”, hacer las cosas bien hechas, promover la comarca, ensamblar un equipo que viva el proyecto como suyo y les ayude a progresar y hacerlo siempre con buena fe y energía positiva. Ilusión y trabajo no faltarán para lograr el empeño de “la sostenibilidad económica” como antes describimos. Con nuestro esfuerzo y el de todas las gentes que nos acompañan en esta misión, esperamos hacer productos apreciados por el mercado en su justo valor.

 

Una última reflexión 


En el interminable proceso de aprendizaje sobre este mundo del vino en una comarca orensana de gran tradición vitivinícola histórica, que está tratando de recuperar el prestigio de antaño en el contexto actual, nuestra aportación será tratar de hacer las cosas con mucha calidad, de forma natural y contribuir al progreso de las personas y las empresas de la comarca con las que nos relacionamos. 


La viticultura en el Ribeiro es compleja, muy compleja:

Complejidad en las parcelas, donde encontrar extensiones de tierra relevantes como en otras denominaciones de origen es tarea harto difícil por el minifundio de Galicia, que hace que “tener escala” no esté al alcance de muchos. Juntar un trozo de tierra de una hectárea suele requerir buscar y poner de acuerdo a muchas personas. Complejidad porque no hay “papeles” para estos trozos de tierra. Muy difícil que esté en el registro de la propiedad, y con imprecisión en el catastro. Cuando hay “papeles”, las más de las veces, son documentos privados que llaman escrituras pero no tienen validez frente a terceros al carecer de fe pública, por lo que hasta realizar “la burocracia” es difícil a diferencia de otras comarcas vinícolas en España.


Complejidad en la gente. Los gallegos somos gente "peculiar", pero en el rural y para la tierra aún más. Sabemos que la tierra, “el capital”, les ha costado a nuestros antepasados mucho, mucho trabajo y, por ello, hay razones emocionales que priman sobre las económicas para desprenderse de esos terruños. La tierra cada día queda más “a monte” y no se trabaja, pues la gente joven prefiere otros trabajos al sacrificio del campo. En breve, no se sabrá donde los abuelos tienen algo de terreno en los pueblos, pues está abandonado desde hace muchos años. A esta realidad, hay que sumar el hecho de que es muy difícil encontrar personas comprometidas, responsables e ilusionadas con las tareas agrícolas que esta actividad requiere en nuestra realidad comarcal rural.


Complejidad multivarietal. Hacer un vino con la combinación de siete variedades autóctonas, cada una con su ciclo y a la que afectan las enfermedades de forma distinta es mucho más difícil que hacerlo con una. No hay duda. Saber cómo tratar cada variedad, cuando vendimiar cada uva, cuanto de cada una para armar el “blend”, cómo elaborar en función de su comportamiento en inox, madera, cerámica u hormigón, etc. Imaginen las combinaciones posibles. Inmenso reto.


Complejidad en las condiciones climáticas. Si a nivel global estamos expuestos por las evidencias del cambio climático, en el Ribeiro las condiciones de humedad propician enfermedades a las que hay que reaccionar con celeridad sino abocarse a enormes disgustos. Los rigores el calor en verano hacen de esta zona “una caldera” con temperaturas máximas de toda España de forma recurrente y el estrés hídrico en la viña tiene consecuencias. Hay campañas que pueden ser catastróficas en producción sino se aborda en pocas horas el tratamiento oportuno.


Complejidad en la comercialización. Sin fuerza en la distribución y sin recursos de marketing para hacer valer el producto, la competitividad de los pequeños productores es también difícil.


No queremos aburrir con más complejidades, las hay y no son baladís. Pero precisamente en eso está el valor, en sobresalir en un entorno complejo y competitivo, pues fácil ciertamente no es. 


La competitividad del vino del Ribeiro vendrá, a nuestro entender, por hacer vinos de alta calidad con la mejor uva autóctona disponible. En eso estamos nosotros.

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